Cuida tus palabras
by Kity_B
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Siempre he sabido que las personas sensatas piensan dos veces antes de hablar y diez antes de juzgar a los demás; Sin embargo he de admitir que la prudencia no es una de mis virtudes y han sido varias las ocasiones en las que mis palabras se volvieron en mi contra.
Probablemente el mejor ejemplo de lo que te cuento sea uno de los pequeños dramas de mi adolescencia.
“-Se necesita estar muy pendeja para dejar a alguien que te quiere por un wey que jamás te va a hacer caso”
Le dije en un arranque de cólera a una de mis mejores amigas cuando el chico con el que salía, al que yo apreciaba como si fuera mi hermano, me contó entre lágrimas que lo había votado porque después de todos esos meses juntos, se dio cuenta de que no podía sacarse de la cabeza a su amor platónico.
En aquel momento no concebía un motivo para aceptar sentimientos que sabías que no podías corresponder, a excepción del egoísmo o tal vez perversidad y tampoco podía entender como una persona con dos dedos de frente podía romperle el corazón a alguien que le quería y negarse la posibilidad de ser feliz a su lado para aferrarse a un imposible.
Después de escupirle esa acusación la cara, me di media vuelta sin darle oportunidad de replicarme nada, completamente segura de que tenía la razón, pero lo cierto es que no tenía idea de lo que estaba pasando y mucho menos de lo que estaba por ocurrir.
Unos días después, no recuerdo cuentos exactamente, pero no pasó de una semana, me encontré por casualidad con una amiga a la que conocí por conducto de Andrea.
Karen se había vuelto más cercana a mí Andrea, era probablemente mi mejor amiga mujer, pero desde que quedamos en grupos diferentes la veía cada que había un eclipse total de sol.
En esa ocasión no estaba con el mastodonte que tenía por novio, si no con un chico de apariencia muy distinta al que me presento como su mejor amigo.
No era la primera vez que lo veía , de hecho era extraño que ninguno de todos nuestros amigos en común nos hubiera presentado antes, pero a decir verdad nunca había llamado mi atención hasta entonces.
El chico en cuestión era algo desgarbado, de piel blanca, estatura media, llevaba su cabello castaño algo largo y en sus ojos cafés descubrí la pista que me indicó que era diferente a todas las personas que había conocido: Nobleza; fe , tanto en la vida como en las personas; y la tristeza que esas dos cosas siempre traen consigo.
Tal vez si hubiera prestado atención a su mirada la primera vez que nos cruzamos por casualidad en los pasillos de la escuela, hubiera sido amor a primera vista.
Alguien que, como yo, se había armado de cinismo para soportar los embates de la vida sabía bien que ir por el mundo llevando tal idealismo a cuestas debía ser realmente difícil, pero no lo compadecía en absoluto, esa melancolía y ese estoicismo que tanto criticaba, me resultaba increíblemente encantadora en sus ojos.
Recuerdo bien que el suelo bajo mis pies se sacudió violentamente cuando le conté a mí mejor amigo la impresión que me había causado aquel chico y este reaccionó partiéndose de risa.
-¡Te gustó el wey por el que me dejaron!
Dijo, celebrando el retorcido sentido del humor del destino, como yo lo hubiera hecho en casi cualquier otra circunstancia, incluso si la broma también hubiera sido sobre mí.
-¿Cuándo dije que me gustaba?... Así que ese es el famoso Aarón de Andrea.
Respondí, un poco pálida, tratando de restarle importancia al asunto.
No podía creer que el tipo del que tanto había escuchado por Andrea y aquel de mirada transparente y triste fueran la misma persona.
Después de que supe quién era, Aarón y yo comenzamos a coincidir mucho, lo cual no era nada para extrañarse, de hecho era curioso que no hubiera sucedido antes teniendo en cuenta que nuestra escuela era muy selectiva y tenía pocos alumnos, además los dos estábamos en la misma área y conocíamos muchas personas en común, entre ellas Karen y era muy extraño también que ella nunca lo hubiera mencionado, ni siquiera de pasada, cuando supuestamente era su mejor amigo.
A las pocas semanas de habernos conocido, me llevé un shock tremendo al enterarme de que Andrea finalmente había conseguido coronarse como su novia y seguramente estaría riéndose de la ilusa que le dijo, con toda la seguridad del mundo, que eso nunca pasaría.
Irónicamente, mientras distante se volvía la relación con mi amiga, más cercana me volvía de su novio.
No me di cuenta de cuándo o cómo pasó, pero nos volvimos amigos íntimos en un tiempo record y su presencia se volvía cada vez más importante en mi vida.
No tengo manera de saber a ciencia cierta si yo llegué a ser importante para él, pero al menos sé que confiaba en mí, pues a pesar de ser (o haber sido) amiga de Andrea se atrevió a confiarme que su corazón no le pertenecía completamente a su novia, pues una chica, cuyo nombre prefirió reservarse, mantenía control en una buena parte de este.
La describía como la imagen perfecta de belleza, vulnerabilidad y pureza; haciéndome imaginarla cómo la hermosa doncella en apuros de un cuento fantasioso y romántico, justo su pareja ideal que, por desgracia, en ese momento se veía impedida para corresponderle a pesar de estar lo suficientemente enamorada de él para creer no merecerlo.
A pesar de eso, estoy casi segura de que se mantuvo fiel a Andrea, pero ella no tuvo la misma consideración hacía él.
Resulta que mi amiga recogió a su ex del bote de basura donde lo había tirado sin consideración alguna y él acepto, supuestamente por una vez nada más, ser “el otro” de la chica con la que antes salía.
Incluso aunque los vi besándose yo misma, no podía creerlo ¿Qué demonios pasaba por la cabeza de ese par? ¿Tenía sentido dejar a tu novio por un amor platónico, conseguir en un golpe de suerte al chico que creías inalcanzable y luego engañarlo con el tipo al que habías dejado por él? Y sobre mi hermano postizo, que se prestó a ese juego, prefiero no hablar.
Enfrenté un serio conflicto debido a eso ¿Debía decirle a Aarón o proteger el secreto de esa infiel? En teoría mi lealtad debía estar con Andrea a pesar de que no podía aprobar lo que había hecho, pero no podía evitar sentirme mal por su novio.
Al final decidí fingir ignorancia, pero no fue por ella, sino por qué no soportaba la idea de quedar como una víbora intrigante frente a Aarón.
No obstante, no pude reprimir mi lengua una vez más y fui a buscar a la mujer (ya no podía llamarla amiga) que se sentía con el derecho de jugar a su antojo con dos personas tan preciadas para mí.
Si me hubiera detenido a pensarlo un momento, tal vez hubiera llegado a la conclusión de que no era asunto mío, pero en ese momento la indignación y la impotencia me llevaron derechito a plantarme frente a ella.
La encontré afuera de la biblioteca y sin siquiera molestarme en voltear a ver si alguien nos escuchaba, le grité que no tenía vergüenza y que no podía creer que jugara a sí con los sentimientos de dos personas que la querían.
En especial estaba enojada por lo que había le había hecho a mi hermano postizo.
-Primero lo ilusionas, lo mandas al diablo por otro tipo y cuando ya andas con tú amor platónico ¡Lo conviertes en tu amante! Pero que poca… vergüenza tienes ¡¿Quién carajos te crees para tratarlo así?! ¡No es tu maldito juguete!...
Pensaba dar media vuelta igual que la vez anterior, pero ella me lo impidió tomándome con fuerza del brazo.
-No terminamos por él, sino por ti. Eduardo siempre ha estado enamorado de ti y cuando le pedí que escogiera a una de las dos ¿Adivina quién fue?
Me dijo, apretando los puños para controlarse, pues toda la rabia contra mí que había contenido todos esos meses amenazaba con explotar en ese momento.
Fui incapaz de decir cualquier cosa para refutar, sus palabras me dejaron paralizada en mi sitio con la boca abierta.
Lo primero que pensé en cuanto mi mente fue capaz de trabajar de nuevo fue: “No es verdad” ¿Por qué habría de creer en la palabra de una mentirosa consumada más que en la del amigo en el que tenía confianza ciega? Además yo lo había visto llorar incontrolablemente por ella, lo que había dicho Andrea no tenía sentido, sin embargo la semilla de la duda ya estaba bien plantada en mi cabeza.
Eduardo siempre me había tratado más como una niña a la que debía cuidar que como la mujer a la que quería, pero para ser honesta había llegado a preguntarme más de una vez si realmente era normal que alguien hiciera por una simple amiga todo lo que él había hecho por mí.
No tenía palabras para definir lo importante que era para mí, tal vez decir que lo necesitaba era más preciso que decir que lo que lo quería, pues en ese momento de Eduardo era mi único apoyo, sin él me quedaba sola contra el mundo.
Desgraciadamente ese no fue el único dilema que tuve que enfrentar.
A la mañana siguiente, Aarón y yo estábamos sentados en una de las jardineras a las que llamábamos “las jarras” por la forma de los árboles que las ocupaban; mientras él se quejaba de un maestro yo estaba pensando en una forma de hablarle de lo que acababa de decirme Andrea sin tener que decir nada que causara un pleito entre la que fuera mi amiga y yo.
De pronto, cayó a media frase y corrió hacia la puerta principal de la escuela.
Lo seguí con la vista, desconcertada, para verlo estrechar con gran efusividad entre sus brazos la diminuta y esbelta figura de Karen.
Llevaba mucho tiempo sin ver a mi mejor amiga, desde el día en que me presentó a Aarón, para ser exactos, pero no me atreví a acercarme a saludarla, me dio la sensación de que de que ella y el chico que hacía apenas unos segundos estaba hablando conmigo compartían una escena demasiado intima en la que yo estaba completamente fuera de lugar.
Me quedé observándolos con la boca abierta desde cierta distancia, bastante desconcertada.
Nunca había visto el rostro de Aarón iluminarse de esa forma al ver a alguien, ni siquiera a su novia y ver a un chico tan reservado intercambiando muestras de afecto así con una amiga era bastante inusual, de modo que no pude evitar pensar que ahí había gato encerrado.
Karen y su novio habían prometido casarse apenas cumplieran la mayoría de edad y aunque me pareció un disparate la primera vez que lo escuché, pasar tiempo con ellos y conocer su dramática historia me convenció de que ya fuera por amor o mera locura, si ya habían conseguido superar enormes (pero de verdad ENORMES) obstáculos para seguir juntos, se necesitaría de una fuerza sobrehumana para separarlos; Sabía que mi amiga no se atrevería a engañar a su “prometido”, pero aun así empecé a sospechar que había algo más que una amistad entre ella y el chico al que abrazaba como si acabara de volver de la guerra.
Por alguna razón esa sospecha me causó un dolor sordo en el pecho ¿Acaso porque ninguno de los dos me tenía la confianza suficiente para contarme lo que estaba pasando? ¿O porque me hacían sentir excluida?... no podía entender el por qué, pero no soporté quedarme ahí como elemento de fondo, así que di media vuelta y los deje solos.
Sin darme cuenta, los días siguientes empecé a evitar a las personas más cercanas a mí en toda la escuela y aunque sin ellos estaba patéticamente sola, su compañía me producía tal ansiedad que terminaba huyendo.
No sé cuánto tiempo hubiera mantenido esa “valerosa” conducta si Eduardo no me hubiera ido a buscar para exigir una explicación.
-No es nada, sólo… tonterías dando vueltas en mi cabeza.
Dije una vez que el bisílabo no bastó por sí mismo cómo respuesta.
-¡Carajo! Deja de decir que no es nada, algo está pasando y necesito saber que es.
Insistió, por enésima vez.
Me di cuenta de que no me dejaría en paz hasta obtener una respuesta sino sincera, cuando menos creíble.
-Bueno… yo… creo que me está empezando a gustar Aarón…
Balbuceé, optando por decirle media verdad en lugar de aventurarme a inventar una mentira completa.
Esperaba que se carcajeara como cuando me dijo que Aarón era el tipo del que tanto hablaba Andrea, que o me creyera o que rodara los ojos y me regañara por armar tanto alboroto por nada, pero nunca fui capaz de predecir correctamente sus reacciones.
-¿Por qué? ¿Por qué de entre tantos idiotas tenía que ser él?
Me reprochó a gritos, desconcertándome por completo.
-“¿Por qué?”… No lo sé ¿Qué importa? No es como si realmente fuera a pasar algo entre nosotros… él es novio de Andrea y aunque realmente estuviera enamorada de él, jamás dejaría que lo supiera.
Respondí intentando tranquilizarlo, cómo si creyera que su rabia era proporcional a la profundidad de mis sentimientos por Aarón.
-Vete a tu clase, no quiero verte.
Ordenó con un tono de voz que jamás creí que usaría conmigo.
Asentí torpemente y me dirigí al edificio de aulas casi corriendo, pero cuando llegué al piso que me correspondía, no pude contener el llanto y terminé llorando en el baño de mujeres en lugar de ir al salón.
Estaba completamente confundida ¿Por qué se había enojado tanto? Nunca había parecido importarle mucho quién me gustaba o con quién salía ¿Era por la rivalidad entre él y Aarón por Alejandra? … incluso si estaba resentido con él ¿No había sido su reacción un tanto exagerada?...
Después de llorar durante varios minutos, me lavé la cara, acomodé el cabello y examiné a conciencia mi reflejo tratando de encontrar cualquier detalle que me delatara.
Mis ojos estaban un poco inflamados, pero tenía la esperanza de que se arreglara pronto y tampoco había mucho que pudiera hacer además de esperar.
Cuando finalmente llegó la hora en la que podía salir de la escuela para ir a casa, me preocupó por un segundo que Eduardo estuviera esperándome para acompañarme, como solía hacerlo.
Mis músculos se relajaron inmediatamente al darme cuenta de que no estaba en el pilar de siempre, pero unos pasos más adelante lo vi, sentado en un rincón, llorando.
Fue cómo si la tierra se hubiera movido de su eje en ese momento ¿Por qué estaba llorando de esa manera? ¿Había sido por mi culpa? Si estaba enojado conmigo sólo era cuestión de esperar a que se calmara y pedirle perdón, pero no sabía qué hacer si realmente estaba llorando por culpa mía.
Me quede mirándolo casi un minuto sin qué se percatara de mi presencia, sin atreverme a hablarle y sin decidirme a irme, pero al final di media vuelta y caminé a la salida, pues supuse que seguía sin tener ganas de verme.
Tenía mucha tarea para entregar al día siguiente, pero no tenía energía para hacer absolutamente nada, así que lo primero que hice al llegar a casa fue dejarme caer en mi cama y poner una almohada sobre mi cara para bloquear la luz y el ruido.
A pesar de eso no conseguí dormir hasta bien entrada la madrugada, pues la imagen de mi mejor amigo llorando y las palabras de Andrea no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.
¿Eduardo realmente estaba enamorado de mí? Le rogué al cielo que no fuera así. No podía verlo cómo mi pareja en ningún escenario y no quería tener que rechazarlo.
Mi relación con mi hermano postizo era lo único bueno que aún tenía en mi vida, el único pilar al que podía aferrarme cuando mis fuerzas flaqueaban y mi único consuelo cuando me sentía derrotada por la vida. ¿De verdad era mucho pedir que al menos eso permaneciera intacto? Si ya no me quedaba ninguna ambición o esperanza para el futuro ¿De verdad era necesario que perdiera a la persona que hacía soportable mi presente?
En la mañana, llegué a la escuela con un aspecto realmente horrible, pues ni siquiera me molestaba en disimular lo mal que me sentía, de todas formas ¿A quién demonios le importaba?
Mi cabello, desordenado; mi cara, pálida, con ojeras y sin una gota de maquillaje; y por si no bastara llevaba puesta una playera varias tallas más grande que yo, jeans de hombre y tenis sucios. Sin duda me veía fatal, pero en ese momento no podía importarme menos.
Eduardo estaba de pie afuera de mi salón. No podía estar haciendo ahí nada más que esperarme, pero aun así dude antes de acercarme a él.
-Mmm… hola
Susurré
-Hola
Dijo, mientras revolvía aún más mi cabello con una mano, cómo era su costumbre.
Bien, eso significaba qué ya no estaba enojado conmigo y que lo que fuera que le hubiera sucedido estaba arreglado, al menos de momento, pero no por eso podíamos simplemente hacer de cuenta que nada había pasado ¿Cierto?
-Este… lo qué pasó ayer…
-Sólo olvídalo ¿Vale?... no volverá a pasar, así que olvídalo.
-Pero ¿Qué demonios pasó? ¿Seguro que no es algo de lo que debamos hablar?
-Es asunto mío, no tiene nada que ver contigo, así que déjalo por la paz.
Sabía que dejarlo pasar era cómo decir que no es necesario preocuparse por una bomba de tiempo porque no va a estallar ahora mismo, pero en ese momento yo tampoco tenía ánimos para afrontar ningún asunto complicado ni pensar en el futuro, o en cualquier otra cosa, de hecho.
La atmosfera entre nosotros se mantuvo incomoda un rato, pero al momento de despedirnos para entrar a nuestras respectivas clases se sentía casi como si todo hubiera vuelto a la normalidad.
Llegados a ese punto, decidí que seguir evitando a Aarón era una actitud demasiado inmadura y estúpida ¿Y qué si me gustaba? No era la primera y seguramente no sería la última vez que creía que alguien me gustaba de verdad y luego de unas semanas simplemente dejaba de tener importancia para mí o nos hacíamos amigos y dejaba de verlo de esa forma, sólo debía actuar cómo siempre y dejar que el tiempo hiciera lo suyo.
Tal vez fuera por qué me conocía mucho menos que Eduardo o quizás simplemente era mejor para disimular, pero de verdad parecía que no tenía idea de lo que estaba pasando, lo cual me frustraba y me hacía sentir aliviada al mismo tiempo.
Tras hablar con él después de un tiempo me encontré con que se había enterado de que la fidelidad no era precisamente una de las virtudes de su novia y ni siquiera supo lo de Eduardo, resulta que le ponía los cuernos también con otros tipos y uno de ellos lo encaró directamente para decirle que le había pedido a Andrea que lo dejara para salir formalmente con él.
En ese momento ni siquiera pude enojarme con Andrea, imaginaba como debía sentirse Aarón y sólo me sentía deprimida, si hubiera podido hacer algo, lo que fuera, para consolarlo, lo hubiera hecho sin pensar.
-¿Y qué piensas hacer?
Pregunté.
-Hoy en la noche voy a hablar con ella.
Respondió con toda la tranquilidad del mundo, como si fuera un pequeño inconveniente cotidiano.
-¿Qué es lo que tú quieres?
Pregunté.
-Obviamente espero que podamos arreglarlo, pero si ella quiere otra cosa, no hay nada que pueda hacer al respecto.
Sonaba como si estuviera completamente resignado o como si apenas le importara, pero yo sospechaba que le dolía mucho más de lo que se podía apreciar a simple vista.
Y así era.
Al día siguiente cuando lo busqué para saber qué había pasado y cómo estaba, lo encontré con la actitud taciturna de siempre y la misma expresión tan poco reveladora, a excepción de sus ojos.
-¿Qué pasó?
Dije, un tanto preocupada a pesar de que al menos en apariencia no había motivos.
-Terminamos.
Dijo secamente, sin que su expresión se modificara ni un poco.
-¿Y cómo te sientes?
Pregunté, sin saber qué respuesta esperar.
Antes de responder me atrajo hacia él y me abrazó con fuerza.
Esa era una respuesta bastante ambigua, pero decidí callarme, ya hablaría cuando quisiera hacerlo.
-Mucho peor de lo que aparento…
No podía ver su rostro, pero a juzgar por la forma en la que se le quebraba la voz, estaba a punto de llorar.
Lo abracé yo también, sintiéndome completamente inútil por no saber qué hacer o qué decir para consolarlo.
-No puedo creer que haya llegado a quererla tanto.
Confesó.
En ese momento pude escuchar el ruido que hizo mi corazón al romperse.
Lo sabía, era su novia y era perfectamente lógico que la quisiera ¿Por qué me había dolido cómo una estocada en el pecho escucharlo decirlo?
Tan pronto cómo me respondí esa pregunta, las lágrimas comenzaron a fluir de manera incontrolable.
¡Maldita sea! No me gustaba, no era algo que se me fuera a pasar después de un rato si lo ignoraba, lo que sentía por él era mucho más profundo, era lo más cercano al amor que una perra egoísta como yo podía sentir por alguien.
¡Puta madre! Estaba en problemas, en serios problemas
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